En pleno Barrio de Santa Cruz, donde las callejuelas se enroscan como serpientes blancas bajo el sol andaluz, hay una esquina que detiene a turistas y curiosos como si un imán invisible los atrajera. Es la Plaza Alfaro, y allí, en la fachada de una antigua casa palaciega, se encuentra uno de los mayores misterios forjados del sur de Europa: la Reja del Diablo.
A simple vista parece una ventana más, pero basta acercarse un poco para notar que esa reja no es normal. Las barras de hierro no están soldadas ni remachadas. No hay tornillos, ni clavos, ni uniones visibles. Están entrelazadas como si el metal fuera lana. Unas se cruzan con otras formando un patrón casi imposible… y de ahí su apodo: “obra del Diablo”.
Pero, ¿de verdad fue forjada por fuerzas oscuras? ¿O es solo una muestra asombrosa del ingenio humano? La respuesta mezcla historia, leyenda y un toque de arte que parece magia.
La leyenda cuenta que hace siglos, un herrero sevillano se enamoró perdidamente de la hija de un noble. El padre, altivo y poderoso, se burló de él y le dijo: “Solo te la daré si eres capaz de forjar una reja que nadie pueda explicar”.
Dicen que el joven, desesperado, hizo un pacto con el Diablo. Esa misma noche, martillo en mano y ojos encendidos como ascuas, forjó una reja imposible. Cuando el noble la vio, quedó sin palabras… pero el precio que el herrero pagó por su creación se perdió en la historia. Algunos dicen que desapareció para siempre, otros que enloqueció. Lo único seguro es que la reja quedó en su sitio, y ahí sigue.
Así nació el mito. La gente, al no poder explicar cómo estaba hecha, empezó a llamarla “la Reja del Diablo”.
Aunque la leyenda es irresistible, los historiadores sí saben quién forjó esta maravilla: Miguel Álvarez Rodríguez y su hijo José Ramón Álvarez Rodríguez, dos herreros sevillanos que trabajaban en la primera mitad del siglo XX.
El diseño fue obra del padre, Miguel, y su ejecución la llevó a cabo José Ramón con técnicas que hoy día siguen asombrando a los artesanos. En 1928, esta reja fue presentada en el Certamen Nacional del Trabajo celebrado en Bilbao y ganó la medalla de bronce, destacada como una joya de la forja tradicional.
Para muchos, esta obra representa el punto más alto del arte del hierro en España. Pero, ¿cómo se hizo exactamente?
La técnica usada se llama machihembrado por punzonado. Consiste en forjar cada varilla de hierro al rojo vivo, una a una, y luego perforarlas y entrelazarlas sin usar ningún tipo de soldadura. Es un proceso laborioso, que requiere precisión milimétrica y un dominio total de los materiales.
No hay nada sobrenatural en ello, pero eso no le quita ni una pizca de magia. Al contrario: la magia es que fue hecha por manos humanas, sin máquinas industriales, sin tecnología digital, y con una perfección que ni los ingenieros modernos consiguen fácilmente.
De hecho, hoy en día, replicar esa reja sigue siendo un desafío incluso para los mejores forjadores.
La casa donde se encuentra la Reja del Diablo es una joya del siglo XIX, construida sobre un edificio anterior barroco. Se la conoce como la Casa de los Marqueses de Pickman, una familia vinculada a la famosa loza sevillana y a la Real Fábrica de Cartuja.
El edificio destaca por tener nada menos que catorce rejas diferentes, pero solo una —la maldita, la legendaria— detiene los pasos y despierta susurros.
La plaza en la que se encuentra, la Plaza Alfaro, debe su nombre al jurista Francisco de Alfaro, y está rodeada de casas de balcones floridos, naranjos y fachadas encaladas. Es una postal viva de la Sevilla más romántica. Muy cerca de allí está el Jardín de Murillo, la Callejón del Agua y la sombra de personajes como Don Juan Tenorio o la mismísima Rosina del Barbero de Sevilla.
Lo curioso es que, con todo y tener explicación técnica, la Reja del Diablo sigue produciendo asombro. Hay algo hipnótico en esos barrotes cruzados. Algunos piensan que tiene energía especial, otros la ven como un símbolo de Sevilla: mezcla de arte, tradición, misterio y genio popular.
Además, está justo a pie de calle. No está detrás de un cristal ni en un museo. Puedes caminar hasta allí, tocar sus bordes fríos (si te atreves), y mirar cómo las sombras del hierro dibujan formas que parecen hechizos sobre la pared.
La Reja del Diablo no fue hecha por el infierno, pero sí por manos que parecían tocadas por la inspiración divina. Su forma de entrelazar hierro sin ayuda moderna sigue maravillando a todos los que la ven.
Es, sin duda, una de las piezas más singulares del patrimonio sevillano, donde la historia se mezcla con la leyenda, el arte con el misterio, y el hierro con la imaginación.
Así que la próxima vez que estés por Sevilla, ven con nosotros al Barrio de Santa Cruz y pasea por la Plaza Alfaro, te enseñaremos esa ventana y podrás verla con tus propios ojos. Puede que no veas al Diablo... pero seguro que te atrapa el embrujo de su obra.