La Calle del Hombre de Piedra

Monumentos

“Y no me arrodillaré, sino que me quedaré aquí de pie para siempre”. Esta frase condenará al pobre protagonista de la leyenda de hoy, Mateo Rubio o más conocido por los sevillanos como el hombre de piedra.

Antes de hablar de esta leyenda hemos de situarnos en el célebre barrio sevillano de San Lorenzo, en el que uniendo la calle Jesús del Gran Poder con la calle de Santa Clara, existe una calle larga y estrecha que recibe el nombre de calle Hombre de Piedra. Este sugerente nombre se debe a una estatua de piedra de relieves borrosos y empotrada en una hornacina al pie de la calle.

La historia de esta calle es realmente curiosa pues su nombre desde el siglo XIII al siglo XV era “Calle del Buen Rostro”, pero cambió su nombre al aparecer esta estatua y por supuesto al conocerse la leyenda de su dramático origen. Para comprender esta historia primero debemos dirigirnos hacia la concurrida Plaza del Salvador, concretamente a la esquina de la calle Villegas. En dicho lugar encontramos en el muro de la iglesia una cruz de gran tamaño, la famosa Cruz de la Culebra. Según parece, esta cruz pertenecía al cementerio parroquial del Salvador y estuvo en medio de la plaza hasta mediaos del siglo XVIII, cuando se decidió empotrarla en la pared de la iglesia homónima. A los pies de esta cruz observamos una lápida en la que podemos leer una curiosa ordenanza:

El rey i toda persona que

Topare el Santísimo Sacramento

Se apee, aunque sea en el lado

So pena de 600 maravedises

De aquel tiempo, según la loable

Costumbre desta ciudad

O que pierda la cabalgadura

Y si fuere moro de catorce años arriba

Que hinque las rodillas o que

pierda todo lo que llevare vestido”

Dicho esto volvemos a la barriada de San Lorenzo, concretamente de nuevo a la antigua calle Buen Rostro (actual Hombre de Piedra) donde tiene lugar nuestra leyenda allá por los años del siglo XV. Había una famosa taberna en aquella calle repleta de gente, que honestamente, poco eran dados a los temas de Dios y sus solemnidades, pero el tintineo de una campanilla y el susurro de unas voces que rezaban los sacó de la cotidianeidad de sus conversaciones y los empujó fuera del bullicioso lugar. Ante ellos  había un grupo de personas que acompañaban al párroco, éste iba ataviado con los enseres necesarios para administrar la que seguramente iba a ser la última comunión que recibiera un enfermo del barrio. En este momento aparece nuestro protagonista, “el rubio”, y sus acompañantes, ellos aunque eran hombres poco religiosos hincaron rodilla e hicieron la señal de la cruz. Aquí nuestro protagonista lejos de hincar la rodilla comenzó a blasfemar y a decir que nunca lo haría, que él se quedaría de pie para siempre. Según cuenta la leyenda el altísimo cumplió su deseo al lanzar sobre él un rayo cegador que lo convirtió completamente en piedra y lo hundiría hasta las rodillas, quedando ahí siempre de pié, desde hace mas de cinco siglos, observando el inexorable paso del tiempo. Desde ese momento la calle del Rostro cambió su nombre a la calle Hombre de Piedra donde por supuesto aún puede verse el cuerpo pétreo de aquel que se atrevió a desafiar a Dios.

Hasta aquí la leyenda, pero la arqueología aclararía años después que la autentica procedencia de esta pieza está en la Sevilla romana. Según parece formaba parte de unas termas que los árabes conservaron y que ha resistido hasta nuestros días.

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