La historia de las hermanas alfareras: Santa Justa y Santa Rufina

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Justa et Rufina sorores hispalenses facultatibus pauperes ser virtulibus locuplentes” (“Justa y Rufina hermanas sevillanas de dineros pobres pero de virtudes riquísimas”), así comienza el texto declarado por la iglesia como rezo oficial para el día de ambas santas, escrito por el celebérrimo escritor y arzobispo de Sevilla, san Isidoro. Efectivamente hoy hablaremos de la leyenda de las copatronas, junto con la virgen del Pilar, de la ciudad de Sevilla.

Para hablar de esta historia debemos ubicarla en su contexto histórico. Nos encontramos en la Híspalis romana del siglo III, concretamente en la zona que hoy conocemos como el famoso barrio de Triana, el arrabal, la otra orilla del Guadalquivir. Hablamos de un período en el que la confesión cristiana se vivía de manera clandestina. Y si bien es cierto que en la orilla sevillana imperaban las creencias oficiales paganas del imperio, en el barrio de Triana y sobre todo entre el gremio de los alfareros, se estaba produciendo la formación de primitivas comunidades cristianas. La historia nos cuenta que fue Santiago apóstol quien trajo estas creencias a la Hispania romana, en particular destacar la figura de su  prosélito, un hombre de gran honestidad y misericordia a quien bautizó con el nombre de Pío. Este hombre que será nombrado el primer obispo de Sevilla y santificado, san Pío, debido a su oficio de escultor no tardó en propagar su confesión entre sus compañeros de gremio y por ello marchó a Triana, lugar en el que se encontraban los grandes hornos alfareros y donde tiene lugar nuestra historia.

Justa y Rufina eran dos hermanas de igual virtud, como bien nos señala san Isidoro, que vivían en una pequeña comunidad cristiana del ya conocido barrio de Triana.  Según sigue contando esta historia de san Isidoro, eran alfareras y ayudaban a mantener a su comunidad. Cierto día en el que se estaba conmemorando y celebrando una fiesta pagana, concretamente las fiestas de Venus del mes de julio dedicadas a Adonis, que consistía en procesionar por las calles por medio de un cortejo que portaba una imagen de la diosa Salambó. Este cortejo pasó por la puerta del taller de las piadosas hermanas y se les exigió la entrega del tributo a la diosa, a lo que obviamente rehusaron. En aquel entonces, los tiempos del emperador Diocleciano, los ánimos entre paganos y cristianos estaban bastante cargados y esos paganos respondieron a las hermanas alfareras rompiendo sus vasijas. Al parecer las hermanas lejos de apocarse respondieron empujando la imagen de la diosa al suelo que se partió en mil pedazos.

La versión de san Isidoro se vuelve un tanto más escabrosa después de este hecho, pues las hermanas al confesarse cristianas y seguidoras de Cristo comienzan a ser sometidas a todo tipo de torturas y vejaciones, privación de comida y bebida, torturadas con el potro, garfios de hierro y su condena a ir a pie y descalzas hasta Sierra Morena. Nos dice esta historia que fue Justa la primera en fallecer, dios tenía otras pruebas reservadas para Rufina, concretamente fue llevada a un anfiteatro para que fuese devorada por un león hambriento, león que lejos de ceder a sus instintos se volvió manso y lo más que hizo fue lamer sus vestiduras. Aun con ello Rufina fue ejecutada de la manera más cruel posible, decapitada y se ordenó quemar su cuerpo donde se encuentra actualmente la Estación de Santa Justa de la capital hispalense.

Bien es cierto que el culto hacia las dos hermanas alfareras y la posterior mitología que rodea su figura se va extender en época visigoda. De hecho tuvieron su basílica martirial y el mismísimo san Isidoro va a narrar su historia. Pero quizás, la iconografía más famosa de estas santas es en la que parecen abrazando a la Torre de la Giralda. Esto se debe a la tradición y creencia popular de que durante el terrible terremoto de Carmona de 1504, aparecieron las figuras de las hermanas sujetando la famosa Torre de la Giralda, una a cada lado, evitando así su derrumbe. En Sevilla hay numerosas representaciones pictóricas y escultóricas de estas hermanas, destacando sobre todo la del célebre pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, en la que parecen representadas con hojas de palma, símbolo del martirio, y con objetos de barro alusivos a su tradición alfarera.

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