La Feria de Abril de Sevilla es, sin duda, una de las celebraciones más emblemáticas de España y uno de los pilares culturales de Andalucía. Entre farolillos, sevillanas y casetas, hay un elemento que se alza majestuoso cada año y que marca la entrada al recinto ferial: la portada. Esta estructura efímera se ha convertido en un símbolo visual de la feria y una referencia para sevillanos y visitantes. Pero, ¿cuál es su origen? ¿Cómo surgió esta tradición arquitectónica tan singular?
La Feria de Abril nació en 1847 como una feria ganadera impulsada por los concejales José María Ybarra y Narciso Bonaplata. En sus primeras ediciones, el evento tenía un marcado carácter comercial, centrado en la compraventa de ganado. Se celebraba en el Prado de San Sebastián, alejado entonces del casco urbano. Con el paso de los años, el carácter lúdico fue ganando protagonismo, y comenzaron a instalarse casetas, primero para los comerciantes y más tarde para las familias y entidades privadas.
En estos primeros tiempos, no existía todavía una portada como la que hoy conocemos. La feria era más espontánea, menos estructurada, y no contaba con un acceso decorativo. Sin embargo, a medida que el evento crecía en tamaño y relevancia, surgió la necesidad de organizar el espacio de forma más clara y estética.
La primera portada tal como la entendemos hoy data de 1949. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Sevilla, en colaboración con arquitectos municipales, diseñó una estructura de entrada para dar mayor solemnidad y empaque a la feria. A partir de ese momento, la portada comenzó a funcionar como carta de presentación del evento, no solo como acceso físico, sino también como símbolo artístico y cultural.
En sus primeras décadas, la portada tenía un diseño relativamente sencillo, hecho con materiales básicos como madera y lona pintada. Sin embargo, su presencia causaba impacto y marcó un antes y un después en la configuración visual de la Feria de Abril.
Con el paso del tiempo, la portada fue evolucionando tanto en técnica como en diseño. A partir de los años 80 y 90, su construcción comenzó a incorporar materiales más resistentes como el acero y se profesionalizó el proceso de diseño, que desde entonces se somete a concurso público convocado por el Ayuntamiento.
Uno de los aspectos más interesantes es que cada portada rinde homenaje a algún elemento significativo de la arquitectura o historia de Sevilla: desde iglesias y monumentos, hasta pabellones de exposiciones internacionales o detalles del urbanismo de la ciudad.
Por ejemplo, en ediciones pasadas se han recreado las torres de la Plaza de España (portada de 2012), el Teatro Lope de Vega, el Pabellón de Argentina, el Costurero de la Reina o elementos del arte mudéjar sevillano. Esta conexión entre lo efímero de la portada y lo eterno del patrimonio hispalense otorga a la estructura un valor simbólico adicional.
Más allá de su carga simbólica, la portada cumple una función estética y emocional. Cada año se convierte en uno de los momentos más esperados del inicio de la feria: el "alumbrao", que consiste en el encendido de las miles de bombillas que la adornan. Este acto marca oficialmente el comienzo de la Feria de Abril y atrae a miles de personas que se congregan para ver cómo se ilumina la ciudad.
Durante los días de feria, la portada se convierte en un punto de encuentro, referencia fotográfica, fondo para selfies y citas, y paso obligado para acceder al Real. Su iluminación nocturna, su grandiosidad y el cuidado de su diseño la han consolidado como una de las estructuras más admiradas de la feria.
En los últimos años, el diseño de la portada ha ido adaptándose a las nuevas sensibilidades. Si bien se mantiene el respeto por la tradición sevillana, también se incorporan guiños a otras culturas o momentos históricos. La portada de 2025, por ejemplo, está inspirada en el Pabellón de Chile de la Exposición Iberoamericana de 1929, una apuesta novedosa por el estilo art déco y precolombino, que rompe con la estética más regionalista de otros años.
El responsable de este diseño, el arquitecto Pablo Escudero Gisbert, ha buscado ofrecer una mirada diferente que amplía los referentes culturales de la ciudad. Esto demuestra que la portada es también un lienzo para la creatividad contemporánea, una forma de reinterpretar el pasado desde el presente.
La portada de la Feria de Abril no es solo una estructura arquitectónica temporal: es un símbolo de identidad, un reflejo del orgullo sevillano, y una muestra de cómo el arte y la tradición pueden convivir en armonía. Cada año cambia, pero siempre representa lo mismo: la apertura a la alegría, la convivencia, y la celebración de una de las fiestas más intensamente vividas del mundo.
En definitiva, la portada es mucho más que una entrada. Es el pórtico de una ciudad que, por una semana, se transforma en puro color, música y vida.