Entre el Islam y el renacimiento: historia viva de la Puerta del Perdón.

Monumentos

En pleno corazón histórico de Sevilla, donde las piedras hablan y el tiempo parece detenerse, se alza una de las puertas más antiguas, simbólicas y fascinantes de la ciudad: la Puerta del Perdón. Situada en la calle Alemanes, esta entrada monumental no es solo un acceso físico a la Catedral de Sevilla, sino un auténtico portal al pasado, cargado de historia, arte, simbolismo y misterio.

Un origen islámico: la puerta de la mezquita

La historia de la Puerta del Perdón comienza mucho antes de que existiera la catedral gótica. En el siglo XII, durante la dominación almohade, Sevilla era una importante ciudad musulmana del Al‑Andalus. Fue entonces cuando se erigió la gran mezquita aljama, entre los años 1172 y 1198. Como parte esencial de este complejo religioso islámico, se construyó una puerta monumental que comunicaba el exterior con el patio de abluciones: esa es la estructura base de la actual Puerta del Perdón.

En su origen, la puerta servía como paso hacia el sahn (el patio interior, hoy conocido como el Patio de los Naranjos), donde los fieles realizaban sus abluciones rituales antes de la oración. La puerta, de estilo claramente almohade, presenta un arco de herradura apuntado, típico del arte islámico, que aún hoy se conserva.

De mezquita a catedral: una transformación monumental

Con la conquista cristiana de Sevilla por Fernando III en 1248, la mezquita fue consagrada como catedral cristiana. Aunque posteriormente se decidió construir un nuevo templo gótico (el actual), algunos elementos del antiguo edificio musulmán fueron conservados, entre ellos el alminar —la Giralda—, el Patio de los Naranjos y esta puerta.

A lo largo de los siglos, la Puerta del Perdón fue transformándose y adaptándose a los nuevos tiempos. Ya en el siglo XV se le empezó a llamar “del Perdón”, aunque no hay pruebas de que tuviera relación directa con indulgencias o rituales penitenciales. Es probable que el nombre surgiera por analogía con otras puertas homónimas en catedrales de España, o como expresión simbólica del paso hacia un espacio sagrado.

Un relieve con mensaje: la expulsión de los mercaderes

Una de las transformaciones más importantes se produjo entre 1519 y 1522, cuando el escultor Miguel Perrín realizó un impresionante relieve en barro cocido para coronar la puerta. La escena representada es la Expulsión de los mercaderes del Templo, un episodio bíblico en el que Jesús expulsa a quienes hacían comercio en el recinto sagrado.

Este añadido no solo embellece la puerta, sino que también lanza un mensaje poderoso: el templo es lugar de oración, no de lucro. En tiempos donde el comercio invadía muchas zonas anexas al templo, la escena funcionaba como advertencia visual y recordatorio de la sacralidad del recinto.

Las puertas: madera, bronce y caligrafía islámica

Las dos hojas originales de la puerta están hechas de madera de cedro y revestidas en bronce repujado. Aunque datan del periodo almohade, fueron restauradas en época cristiana. Aún conservan sus motivos geométricos, vegetales (atauriques) y caligrafía cúfica, típica del arte islámico. Algunas inscripciones dicen: “El poder pertenece a Alá” y “La eternidad es de Alá”, reflejo del espíritu devocional musulmán.

Los aldabones originales —grandes piezas de bronce utilizadas para llamar a la puerta— se han conservado como auténticas joyas de orfebrería, aunque actualmente no están en uso y se encuentran resguardados en el interior de la catedral.

Guardianes de barro: santos y arcángeles

Flanqueando la puerta, se encuentran varias esculturas en barro cocido, obra también del Renacimiento sevillano. A un lado está San Pedro; al otro, San Pablo. Encima, el arcángel Gabriel y la Virgen Anunciada completan un conjunto escultórico que representa la escena de la Anunciación.

Pero hay un detalle que despierta la curiosidad de visitantes y estudiosos: la figura de San Pablo tiene lo que parece ser una tercera mano esculpida justo debajo. ¿Error del escultor? ¿Simbolismo oculto? Nadie lo sabe con certeza, y el misterio sigue alimentando las leyendas en torno a la puerta.

Símbolo cívico y espiritual

Durante siglos, la Puerta del Perdón no solo fue un paso litúrgico, sino también entrada principal para eventos solemnes. Por ella entraban los cortejos, los fieles en procesión y, en ocasiones especiales, incluso reyes y dignatarios. Su imponente presencia marcaba el límite entre lo profano y lo sagrado, entre la ciudad y la casa de Dios.

La puerta también ha sido testigo de múltiples transformaciones urbanas. En siglos pasados, sobre ella se construyeron habitaciones residenciales y un tejaroz de madera que fue demolido en el siglo XIX. En su lugar, se colocó una pequeña giralda de forja decorativa, flanqueada por jarras de azucenas, símbolo del Cabildo Catedralicio.

La puerta que no se olvida

Hoy en día, la Puerta del Perdón forma parte del recorrido turístico de la Catedral de Sevilla, pero su impacto va más allá de lo monumental. Su mezcla de estilos —almohade, mudéjar, renacentista y barroco— la convierte en una obra única, testimonio de las múltiples capas culturales que han moldeado a Sevilla.

Es una puerta que no se cruza a la ligera. Cuando se atraviesa, uno siente que pasa de un mundo a otro. El bullicio de la calle queda atrás, y se abre el silencio solemne del Patio de los Naranjos. El viajero atento podrá leer en sus muros los ecos de una ciudad que ha sido árabe y cristiana, medieval y renacentista, popular y regia.

En definitiva, la Puerta del Perdón no es solo una entrada: es una lección de historia, un enigma artístico, una joya arquitectónica y una metáfora viviente. Quien se detiene a observarla con calma, quizá no obtenga indulgencias, pero sí una profunda conexión con el alma de Sevilla.

 

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