En este mundo donde habitamos, más concretamente nuestra ciudad, siempre se ha vivido más de lo oído y no de lo leído. Con ello se han podido aprovechar las diferentes corrientes historiográficas dependiendo de la época para dar mayor o menos valor a cierto territorio, y “la moda” es que cuanto más antigua fuera nuestra civilización más poder dado por el prestigio va a tener. Para que nos entendamos, lo que hoy día se conoce comúnmente como el “postureo”.
Y es que no es algo propio de los sevillanos, por mucho que se quiera dar autoría de ello por los foráneos, no, ya lo hemos heredado de los romanos, y ellos antes de los griegos, y a su vez ellos antes de los fenicios (que van a ser por cierto los protagonistas en este artículo).
Por ser fieles a la cronología, durante la Antigüedad, mientras en Oriente se hablaba de grandes civilizaciones como la mesopotámica, el Egipto de los faraones, la civilización cretense, el Hélade que más tarde llamarían los romanos “griegos”, el gran Imperio Persa, los grandes comerciantes Fenicios que iban fundando colonias desde su capital en Tyro, en la franja Sirio-Palestina...en contraposición se creía que lo que existía hacia el occidente iba progresivamente en decadencia o directamente no se aceptaba como “civilizado”. Más bien se entendía que los territorios itálicos, los de Francia, Britania y la Península Ibérica, eran tierras vírgenes, despobladas o si acaso con poblaciones muy atrasadas en comparación con las del creciente fértil o las mencionadas como “Orientales” en este mismo escrito.
Llegados a este punto, se llegó a interpretar que los territorios del sur peninsular (Sevilla, Huelva, Cádiz) se encontraban en el límite del mundo conocido en el primer milenio antes de Cristo, por lo que cuanto más se especulaba sobre aquella zona explorada sólo por semidioses como Hércules, más se mitificaba y se le terminaba dando un valor que según los restos materiales jamás pudieron tener.
Según esas fuentes literarias de Heródoto o incluso en la mismísima Biblia, se trataba “el círculo del Atlántico” como una civilización muy avanzada, casi a la altura de las que existían en Oriente, con murallas y casas plateadas gracias a las ricas minas de Iberia, con reyes tan poderosos que gobernaban con incluso 130 años de edad sin ningún achaque o síntoma de vejez, como el Mítico “Argantonio” (casualidad también que la raíz etimológica de su denominación signifique plata en latín).
De estas fuentes literarias han bebido tantos que incluso en nuestros tiempos hay gente que trata el tema como que la misteriosa Atlantis o la ciudad de “el Dorado” se encontraba hace 3000 años aquí mismo, en los terrenos que comprenderían Sevilla, Cádiz y Huelva.
Lo más curioso es que uno pone las noticias, o pregunta a cualquiera que haya oído hablar del tema, y con toda la firmeza del mundo te afirman “sí claro...el Imperio de los Tartesos o los Tartésicos”...es muy curioso, pero informativos de alcance nacional, si mencionan restos encontrados en alguna excavación arqueológica del siglo VIII a.C, denominan a esa civilización autóctona del sur de la península Iberica como la de los Tartesos…
Nada más lejos de la realidad, y haciendo honor al título de este artículo, intentaremos desmitificar este tema, y por supuesto, ser un poco más científicos con la Historia para no dejar volar tanto nuestra imaginación y mentalidad peliculera.
Es verdad que en el primer milenio antes de Cristo, existían poblaciones autóctonas en España y Portugal, pero ni mucho menos alcanzaban el nivel de sofisticación que se podía observar en Oriente como bien nos demuestran los restos arqueológicos. Ni mucho menos decimos que no pudo ser así, pero desde luego si los hubo, no se han conservado.
Lo más probable, es que fuese la aculturación durante cientos de años la que diese lugar a esa civilización urbanizada y avanzada que se encontraron los romanos en el siglo III a.C durante las Guerras Púnicas. ¿quiénes? Pues los mencionados con anterioridad y que ya avisamos, iban a ser los protagonistas de la historia, los famosos comerciantes Fenicios.
Éstos mismos fueron expandiéndose a lo largo del mediterráneo y también a este lado del atlántico, fundando colonias, y mezclándose con el resto de las poblaciones, incluidas las que existían en Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga...durante cientos de años, casi 400, ya que estamos hablando de generaciones aculturándose desde el siglo VIII a.C hasta el siglo III a.C.
De esa misma mezcla pudo surgir sin duda la población Turdetana (atención a la similitud del nombre con Tartesos, ya que se les consideraba sus herederos) y por supuesto los Cartagineses o Púnicos (evolución etimológica de Fenicio en latín “Phaenicus”)
En definitiva, no negamos la existencia del mítico Tartesos (sí explicamos aquí el porqué de su Mito o Mote) pero si llegó a establecerse en nuestro territorio y más concretamente en la ciudad de Sevilla, no fue fruto de una población propiamente autóctona, sino en gran parte gracias a la influencia de los Fenicios y su aculturación durante cientos de años. Aquí la cuestión reside en que, si realmente estuvo, no se han conservado restos, así que habrá que decirle al doctor Henry Jones Jr, que siga buscando para salir de dudas.