La Iglesia de Santa Ana y sus más de 800 años de historia van a ser el objeto de análisis de este artículo. Cuando afirmo en el título que la Iglesia de Santa Ana fue la Catedral de Triana, no se trata de una exageración sino de un hecho, ya que lo que es Santa María de la Sede (Catedral de la Archidiócesis de Sevilla) para Sevilla, es Santa Ana para Triana, ejerciendo de centro del culto católico de este barrio y por supuesto lugar al que procesionaban las hermandades de este emblemático barrio hispalense durante la Semana Santa hasta el siglo XIX. No fue hasta el año 1830 en el que la Hermandad de Nuestra Señora de la O, que fue la primera en hacerlo, cruzó el puente de barcas para hacer estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
Empecemos por el origen de esta iglesia, ya que tras la reconquista de Sevilla en 1248, el rey Fernando III el Santo va a reorganizar la ciudad por medio de parroquias o collaciones, casas que rodeaban una iglesia parroquial, lo que será el prototipo de lo que hoy llamamos barrio. En la orilla amurallada de Sevilla la mayoría de las antiguas mezquitas serán readaptadas en iglesias, pero en Triana no existían este tipo de edificaciones. A La Triana de aquel entonces le va a corresponder la Capilla de los caballeros de San Jorge, instalados en el castillo. El problema es que Triana, la otra orilla del Guadalquivir, comienza a crecer en tamaño y sus habitantes demandan un nuevo templo al entonces rey Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III, que amó Sevilla, la “ciudad sultana de Guadalquivir”, como pocos reyes lo hicieron. Según consta en un muro de la propia Iglesia de Santa Ana, el rey Alfonso que gozaba de buena afición lectora, de hecho era conocido con el pseudónimo del Sabio, sufría cierta infección ocular que le llevó a una pérdida de visión considerable. Siento la vista su sentido más preciado, le pedirá a la Virgen María que interceda por él, librándole de su incipiente ceguera y que a cambio construiría un templo consagrado a su madre, Santa Ana. Parece que se oyeron sus súplicas y el rey cumplió su promesa ordenando en 1266 la construcción del templo dedicado a Santa Ana.
La Real Parroquia de Santa Ana al encontrarse fuera de los muros de la ciudad estaba fuertemente fortificada sirviendo como lugar de refugio para los habitantes de esa orilla del Guadalquivir, la orilla de Triana. Se conserva de aquella época las almenas de algunas de sus cubiertas. Esta iglesia mudéjar cuenta con tres portadas con un genuino trabajo en piedra. En el exterior está adornada con una serie de retablos cerámicos, entre los que destacan el retablo de Santa Ana con la Virgen y el Niño, el retablo de la Divina Pastora y el Retablo de la Virgen del Carmen. Esta iglesia parroquial ha sufrido ciertos cambios a lo largo de su historia debido a los terremotos sufridos en la ciudad de Sevilla, sobre todo el de 1355 y el de Lisboa de 1755, de ahí que su planta sea tan irregular.
En el interior del templo observamos una enorme colección de imágenes y pinturas que se han convertido en valiosas obras de arte, muchas de estas obras traídas por trianeros que marchaban a los territorios de ultramar y volvían con obsequios y detalles para encomendarse a Santa Ana. Cabe destacar en Retablo Mayor, restaurado en el año 2010 por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, del siglo XVI y sus quince pinturas que narran la vida de San Joaquín y Santa Ana, así como la vida de la Virgen y la genealogía de Jesús. Obviamente, las indudables protagonistas son las imágenes que presiden el Altar Mayor, Santa Ana y la Virgen con el niño.
Hay muchas leyendas populares que rodean esta Iglesia parroquial destacando la “Lauda sepulcral de Íñigo López”, primera obra del prestigioso Niculoso Pisano, realizada en 1503. El desconocimiento de la persona representada dio lugar a muchas teorías sobre su vida y sobre su muerte. Se dijo que era un esclavo que pertenecía a un marqués que lo mató, y arrepentido ordenó la construcción de su tumba con todos los honores. También se extendió una costumbre que afirmaba que la mujer soltera que golpease siete veces con el tacón del zapato la cabeza del representado encontraría marido. Debido a esta costumbre la parroquia se vio obligada a protegerlo con una verja.
Leyendas son muchas las que el imaginario colectivo mantiene aún vivas por las calles de este emblemático barrio. En resumen, esta Iglesia parroquial es un ejemplo del sentimiento de hermandad y comunidad que siempre imperó en los habitantes de Triana. Esta iglesia que durante más de 800 años ha sido testigo del inexorable paso del tiempo y la evolución de un barrio de Triana que ya poco tiene que ver con el pequeño arrabal que fue durante su construcción y siendo un ejemplo maravilloso del patrimonio andaluz y trianero.
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