Nadie sabe a ciencia cierta la historia de un aristócrata licencioso y soberbio que, tras la muerte de su esposa, se arrepintió de sus excesos y se dedicó por completo al cuidado de los pobres enfermos en la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla es la que ha llegado hasta nuestros días.
Miguel de Mañara fue un personaje real, llevó una vida disipada en su juventud pero también fue el impulsor de todo el programa de la iglesia de la Santa Caridad, donde vivió hasta los últimos años de vida, donando incluso gran parte de sus bienes para contribuir en ello.
El noble sevillano de origen corso solicitó su ingreso en la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla en 1662, pero no debía de tener entonces muy buena fama en la ciudad cuando los hermanos, todos aristócratas, tardaron tres meses en aceptar su petición.
Junto a los enseres que dejó Mañara, quien abandonó su palacio de calle Levíes y vivió en una celda del hospital desde 1677, pueden verse el famoso lienzo de Pedro de Camprobín La muerte visitando al caballero o Cristo curando al paralítico en la piscina probática de Jerusalén, un lienzo flamenco del siglo XVII que pertenece a la Orden. Ahora podemos saber que Murillo vio este cuadro y se inspiró en él para hacer la serie de la Caridad.
Por otro lado Murillo ingresó en la Hermandad de la Santa Caridad en 1665 admitido por su fundador, el Venerable Miguel Mañara, ya eran vecinos en la antigua judería, con el que mantuvo una estrecha y sincera amistad. En el año 1650 Mañara apadrina a la hija del pintor Isabel Francisca, y al año siguiente a su hijo Francisco Miguel.
Mañara, y con él Murillo, estaba convencido de la misteriosa identificación de Jesús con los pobres y los enfermos. Por ello, encarece a sus hermanos de la Santa Caridad la necesidad de asistir a los enfermos no desde la lejanía, sino desde la cercanía y la inmediatez corporal, lavando, curando y besando sus llagas.
Desde su convicción de que Jesucristo se identifica misteriosamente con los pobres, Murillo acepta gustoso los exigentes códigos morales que Mañara impuso a sus hermanos como fundador de la Santa Caridad y consta que Murillo cumplió escrupulosamente esta obligación.
En la documentación para justificar su entrada en la Caridad en 1665 se especifica que lo hace porque será muy del servicio de Dios Nr. Sr. y de los pobres, tanto para su alivio como por su arte para el adorno de nuestra capilla. Murillo era muy consciente de la fuerza evangelizadora de su pintura. Basta rastrear sus presupuestos existenciales y sus convicciones más íntimas. Es más que probable que Mañara y Murillo concibieran conjuntamente el programa iconográfico de las obras de misericordia, que Murillo llevará más tarde a los lienzos.
El hospital de la Caridad, lo encontramos en la calle Temprado, si visita Sevilla, incluso lograréis ver en el día de hoy algunas obras de Murillo en su interior, encontrando también unos de los altares barrocos mas representativo en Europa, por Juan Valdes Leal.
Santa Isabel de Hungría cuidando a los tiñosos.
Hacia 1672.
Óleo sobre lienzo. 325 x 245 cm.
Sevilla, iglesia del Hospital de la Santa Caridad.
Procedencia: permanece en el lugar para donde fue pintado.
San Juan de Dios transportando a un enfermo.
Hacia 1672.
Óleo sobre lienzo. 325 x 245 cm.
Sevilla, iglesia del Hospital de la Santa Caridad.
Procedencia: permanece en el lugar para donde fue pintado.
La multiplicación de los panes y los peces.
Hacia 1669-1670.
Óleo sobre lienzo. 236 x 575 cm.
Sevilla, iglesia del Hospital de la Santa Caridad.
Procedencia: permanece en el lugar para donde fue pintado.
Moisés haciendo brotar el agua de la roca de Horeb.
Hacia 1669-1670.
Óleo sobre lienzo. 236 x 575 cm.
Sevilla, iglesia del Hospital de la Santa Caridad.
Procedencia: permanece en el lugar para donde fue pintado.
San Juan Bautista Niño.
Hacia 1671.
Óleo sobre lienzo. 84 x 56 cm (?).
Sevilla, iglesia del Hospital de la Santa Caridad.
Procedencia: permanece en el lugar para donde fue pintado.
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