El barrio de Triana posee ese exotismo que hace que todo el mundo que cruce a su orilla quede prendado de un especial magnetismo que emana de sus calles y de sus habitantes. Estos habitantes siempre han sido expertos en el arte de la historieta, estas leyendas que corrían como la pólvora, de boca en boca, aderezadas por supuesto por las dotes narrativas de quienes la contaban en las tabernas del arrabal y hacían más llevadero el tedio de la cotidianeidad de sus vidas. En este artículo me propongo hablar de una de las que recuerdo con más cariño, la leyenda del Cristo de la Expiración, “el Cachorro”.
Si cruzamos el puente de Isabel II, al que siempre se referirá el pueblo sevillano como el Puente de Triana, y nos dirigimos hacia la calle Castilla, al final nos encontraremos con la Basílica del Cristo de la Expiración. Una vez que nos adentramos en el templo nuestra mirada sin lugar a dudas se dirigirá hacia la imagen de un crucificado que representa a Jesucristo en el exacto momento de su muerte, el Cristo de la Expiración, el movimiento y patetismo de la figura hace que no puedas apartar la vista de tan imponente imagen. La escultura se realizó a finales del siglo XVII y como os afirmé al principio del artículo está rodeado de una de las leyendas más pintorescas de este barrio.
Cuenta esta historia que en la Cava de Triana, llamada así por estar enclavada en un foso o cava, vivía un famoso y bien parecido gitano, con buen talento para el cante jondo y la guitarra. Debido a lo atractivo de su figura, despertaba ciertas pasiones entre las jóvenes del barrio, pasiones que debido al desinterés de este afamado gitano, nunca fueron correspondidas. Lo curioso de este personaje es que al ser menor de su familia, su madre cariñosamente siempre se refería a él como su cachorro, el resto de gitanos de la Cava tomaron a bien esa nomenclatura y así se le conocía en el todo el barrio, el Cachorro. Según sigue contando esta historia este Cachorro siempre andaba cruzando el puente que unía las dos orillas que conforman la ciudad de Sevilla, para una serie de negocios que al parecer tenía en la ciudad. Esos viajes constantes al otro del puente despertó el interés de bastantes personas a un lado y a otro del río, desgraciadamente el ser humano siempre tiende a buscar una respuesta a todo lo que no comprende y en el caso de no encontrar una respuesta tiene que inventarse, en este caso todos pensaron que el Cachorro tenía una amante al otro lado del río, pues siempre visitaba a la misma persona, la esposa de un notable hidalgo sevillano.
Paralelamente al desarrollo esta historia aparece un segundo personaje, el famoso escultor Francisco Antonio Ruiz Gijón, quién recibe el encargo de la Hermandad del Cristo de la Expiración en el año 1680 de hacerles una imagen que representase a Cristo en el momento exacto de su muerte. La presión que sintió este escultor ante tamaño encargo fue descomunal, tanto que fruto de un terrible insomnio deambulaba por la ciudad por las noches en la búsqueda desesperada de inspiración. Una de las noches que deambulaba por la Cava de los gitanos se encuentra con un grupo de personas que rodeaban un cuerpo aparentemente inerte en el suelo. Cuando se aproximó para preguntar qué había ocurrido le dijeron que un famoso, joven y querido gitano del barrio había sido apuñalado y estaba agonizando en el suelo. En el aquel momento Francisco Antonio Ruiz Gijón se quedó prendado de la imagen de ese gitano agonizando, según cuanta la historia, sacó papel y carboncillo para esbozar la imagen de ese gitano expirando. Ese boceto fue plasmado en su escultura y entregado a la Hermandad del Cristo de la Expiración. Cuando en el año 1682 procesionó por primera vez el Cristo de la Expiración por el barrio de Triana, todos los gitanos de la cava exclamaron al unísono, “¡mirad, es el Cachorro!” Y prorrumpieron en gritos de júbilo. Parece que aquel cuerpo que yacía y que sirvió de inspiración a nuestro afamado escultor no era otro que el Cachorro, quien había sido apuñalado por el esposo de la mujer a quien furtivamente iba a ver a menudo. Pero la realidad era aún más triste, pues este cachorro a quien visitaba era a su hermana bastarda, lo cual mantenía en secreto para no perjudicarla debido a su origen gitano.
Esta leyenda es una de las más populares del barrio de Triana, leyenda que aún a día de hoy sigue pasando de padres a hijos, todo ello para que siempre que el Cristo de la Expiración procesiones por las calles de Sevilla, se grite a su paso ¡Cachorro! ¡Cachorro! ¡Cachorro!
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