En el centro de Sevilla se alza una de las mayores joyas del gótico europeo: la Catedral de Santa María de la Sede, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Entre sus tesoros se encuentra un monumento singular y controvertido: el sepulcro de Cristóbal Colón, el navegante genovés que abrió las puertas al Nuevo Mundo. Sin embargo, detrás de esta tumba monumental yace uno de los enigmas más duraderos de la historia moderna: ¿están realmente allí los restos del Almirante?
Cristóbal Colón murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid. Fue enterrado inicialmente en el Convento de San Francisco, de esa misma ciudad. Años después, en 1509, sus restos fueron trasladados a Sevilla, donde descansaron en la Cartuja de Santa María de las Cuevas.
Pero esa no fue su última morada. En 1541, su nuera, María de Toledo —esposa de Diego Colón, hijo del Almirante— solicitó trasladar los restos de su esposo y su suegro a Santo Domingo, en la isla La Española (actual República Dominicana). Allí permanecieron durante más de 250 años, sepultados en la Catedral Primada de América, entonces una colonia española.
Todo cambió en 1795, cuando España cedió la parte oriental de La Española a Francia mediante el Tratado de Basilea. Temiendo que los restos del Almirante cayesen en manos francesas, las autoridades españolas afirmaron haber exhumado y repatriado los huesos de Colón a La Habana, Cuba, en 1796. Allí fueron depositados en la Catedral de La Habana.
Tras la Guerra Hispano-Estadounidense (1898) y la pérdida de Cuba, España decidió trasladar los restos una vez más. En 1902, el supuesto cuerpo de Colón fue llevado a Sevilla, donde actualmente se encuentra en un monumental sepulcro dentro de la Catedral.
La tumba sevillana fue diseñada por el escultor Arturo Mélida en 1891, y muestra un féretro sostenido por cuatro heraldos que representan los reinos históricos de Castilla, León, Aragón y Navarra. El cuerpo fue depositado en este monumento en 1902, coincidiendo con la repatriación desde Cuba.
Todo parecía claro hasta 1877, cuando, durante unas reformas en la Catedral de Santo Domingo, se descubrió una urna de plomo con la inscripción:
"Don Cristóbal Colón, Descubridor de América"
Junto a esta inscripción había huesos humanos y fragmentos de un ataúd. Las autoridades dominicanas aseguraron que los españoles habían trasladado los restos equivocados y que los verdaderos seguían en Santo Domingo.
Desde entonces, ambos países reclaman tener los auténticos restos del navegante. Esta controversia se ha mantenido activa por más de un siglo.
En el año 2003, el catedrático de medicina legal José Antonio Lorente, de la Universidad de Granada, inició una investigación genética para resolver el dilema. Con autorización eclesiástica, su equipo exhumó los restos de Sevilla y los comparó con el ADN de Diego Colón (hijo del Almirante) y Hernando Colón (su otro hijo, enterrado también en Sevilla).
Los resultados, publicados en 2006, mostraron que los restos sevillanos tenían una coincidencia genética parcial, compatible con ser parientes cercanos. Sin embargo, el ADN estaba muy degradado, lo que impedía una identificación concluyente.
Por su parte, las autoridades dominicanas nunca permitieron extraer muestras de su urna. Alegan razones patrimoniales, y mantienen que los huesos hallados en 1877 son los auténticos.
Algunos investigadores plantean que los traslados pudieron haber sido parciales. Es decir, que una parte de los restos de Colón se quedara en Santo Domingo mientras otra fuera trasladada a Cuba y, después, a Sevilla. Esta teoría explicaría por qué ambas urnas contienen restos humanos asociados al Almirante.
Un estudio forense realizado en 2005 por el equipo español reveló que los huesos sevillanos corresponden a una sola persona de sexo masculino, entre 50 y 70 años, lo cual coincide con Colón, que murió a los 55 años. Pero no basta para asegurar la autenticidad total. A pesar de esta historia, ha existido una controversia sobre la autenticidad de los restos en Sevilla, ya que en 1877 aparecieron otros supuestos restos de Colón en Santo Domingo. Sin embargo, estudios forenses recientes, incluido un análisis de ADN, han confirmado que los restos enterrados en la Catedral de Sevilla pertenecen al explorador.
Más allá del debate científico, el sepulcro de la Catedral de Sevilla sigue siendo una obra impresionante. El féretro suspendido es único en el arte funerario español, y fue diseñado en un estilo neogótico con influencias románticas. Su diseño buscaba reflejar la gloria imperial española y homenajear a quien cambió la historia del mundo.
Para Sevilla, tener los restos del Almirante representa un símbolo cultural y turístico. Cada año, más de un millón de visitantes pasan por la catedral y se detienen frente al monumental sepulcro. Es una de las tumbas más fotografiadas de España, junto con la de los Reyes Católicos en Granada y El Escorial.
Cristóbal Colón fue un personaje complejo, envuelto en debates sobre su origen, su legado y ahora también sobre su muerte. Irónicamente, ni siquiera en la muerte encontró un puerto definitivo. Hoy, sus restos —o parte de ellos— están en disputa entre dos naciones unidas por la historia.
Mientras tanto, la Catedral de Sevilla conserva su monumental tumba como testimonio de una época, una ambición y una figura que cambió el rumbo del mundo. Pero el misterio persiste, y quizás eso sea lo que mantiene viva su leyenda: Colón sigue navegando entre la historia y el mito.
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